Cuando inviertes dinero en
reparar o acondicionar un activo de tu empresa —un vehículo, una máquina, el
inmueble—, surge una duda fiscal importante: ¿ese desembolso es un gasto de
mantenimiento que se deduce de inmediato, o es una inversión que debe depreciarse
a lo largo del tiempo? La diferencia es crucial y el SAT la tiene muy clara.
Un gasto por mantenimiento es
aquel que se realiza para conservar el activo en condiciones de operación, sin
que esto modifique su vida útil o aumente su valor o productividad. Por
ejemplo, el cambio de aceite de un vehículo, la reparación de una pieza dañada
en una máquina o pintar la fachada de la oficina. Estos gastos son 100%
deducibles en el mes en que se pagan.
Por el contrario, una inversión
en mejoras o adaptaciones es aquella que prolonga la vida útil del activo,
aumenta su capacidad productiva o le añade beneficios que no tenía
originalmente. Por ejemplo, cambiarle el motor completo a un camión por uno
nuevo, agregar un módulo a un software para que haga nuevas tareas, o realizar
una ampliación a tu bodega. En estos casos, el costo se considera una adición
al activo y debe depreciarse a la tasa correspondiente, no deducirse de golpe.
La clave para la correcta
deducción está en el soporte documental. El CFDI que te emita el proveedor debe
describir el servicio de forma clara. Si dice "servicio de mantenimiento
preventivo", apoya la idea de un gasto. Si dice "instalación de nuevo
motor", claramente se trata de una inversión.